Habréis escuchado muy a menudo que cuando estamos improvisando somos simultáneamente actores/actrices, directores/as y dramaturgos/as. Pero esta terna se olvida de muchas otras facetas de las que nos ocupamos en la escena. Hoy os voy a hablar de nuestro rol como editores (montadores) y las posibilidades que nos ofrecen las herramientas de edición.
Editar una escena es, básicamente, poner fin a aquello que estábamos viendo y realizar un cambio de espacio y/o tiempo transitando a otra escena nueva. Parece sencillo, ¿verdad? Pues... no lo es tanto, porque para editar exitosamente una escena debemos tener en cuenta dos factores primordiales: cuándo hacerlo y cómo hacerlo. La primera de las condiciones requiere de un cierto sentido narrativo mientras que la segunda se basa en la técnica. La buena noticia: todo esto se puede entrenar.
El momento en el que realizar la edición es un tema clave ya que una edición temprana implicará que cortemos una escena que aún tenía desarrollo perdiéndonos algo valioso, mientras que una edición tardía nos hará caer en el sopor de lo que ya está teatralmente muerto y además implicará sufrimiento a los improvisadores que verán cómo se alarga su agonía sobre las tablas (vaya drama). Entonces... ¿cuándo es el momento? Volvamos al post anterior en el que hablaba sobre el cambio. Comenté que, aplicando lo que decía McKee, nuestras escenas improvisadas merecían formar parte de nuestro show siempre y cuando en ellas ocurriera un cambio de valor en uno de los personajes (a ser posible provocado por otro personaje presente en la escena y con voluntariedad). Pues bien, simplificando mucho, si la edición llega antes de que se produzca ese cambio de valor, estaremos anticipándola. Pero claro... todo esto es así en nuestro mundo de color de rosa donde los cambios ocurren en su momento ideal, todo forma parte del engranaje de un reloj suizo y cuando cae el telón la gente nos aplaude de pie, con lágrimas en los ojos mientras nos lanza su ropa interior. En muchas ocasiones, esto NO va a ocurrir. Por tanto, el momento ideal para editar será aquel en el que seamos conscientes de que lo que hay en escena se ha agotado. Vale, ahora me he puesto demasiado genérico... especifico un poco más...
En muchas ocasiones las escenas irán como la seda... saldremos con nuestros motores, estableceremos el PROL, propondremos el cambio, nos afectará y veremos a qué nueva situación de estabilidad hemos llegado. Incluso en muchas ocasiones, remataremos la escena con una frase final, una última acción, una recuperación de algo que apareció anteriormente o lanzando una propuesta que nos genera expectativa futura. En ese momento, la edición está cantada. Es lo que nos pide el cuerpo, es fácil sentirlo y como tal, debemos ejecutarlo. Pero, en otras ocasiones, la escena puede que no esté funcionando igual de bien y que incluso veamos en las personas que están en escena un cierto nivel de sufrimiento. Como compañeros/as, si observamos que eso está ocurriendo, si vemos que los que lo pasan mal son los improvisadores y no los personajes, es nuestra labor (y deber) ayudarles y salvarles de esa situación (atención porque si nosotros mismos estamos sintiendo eso en escena, tenemos también la capacidad de lanzar una edición y salir del atolladero). Incluso puede que, en algunas situaciones, nos venga lanzada una propuesta de edición desde dentro de la escena planteándonos algo que quieren que veamos ya sea un flashback ("me acuerdo de aquella vez cuando paseé por aquí con Pedro") algo que ocurre simultáneamente en otra escena ("me pregunto que estará haciendo ahora mismo Silvia") o propuestas similares.
En cuanto a cómo realizar la edición, podemos hablar de técnicas que van de lo más obvio y rudimentario a lo más sutil y elegante. Veamos algunas de ellas:
Todos hemos aplicado la típica palmada ruidosa que sirve para que la gente sea consciente de que estamos haciendo un cambio de escena y estén receptivos a quién se queda y quién se va. Incluso, en muchas ocasiones, esa palmada va a acompañada de tocar a compañeros para que salgan del escenario. Un poco basto, pero eficaz.
En otras situaciones hemos tirado del archiconocido cartelito narrado dirigiéndonos a público y comentando la edición abiertamente ("esa misma noche, en casa de Clifford..."). Nos ubica rápido, vamos al turrón, el público conoce la info y a funcionar. Eso sí, elegante no lo es mucho.
En el libro La Verdad en la Comedia de Charna Halpern y Del Close nos hablan de las ediciones en escena (aplicadas al formato Harold, generalmente) y comentan que la edición siempre debe realizarse pasando por delante de la escena (incorporarse desde atrás y hacer un doble foco desde uno de los lados). De hecho, esto está tan extendido en toda la improvisación americana y del norte de Europa que al editar escena los improvisadores cruzan de un lado a otro del escenario con las manos extendidas lanzando una cortinilla imaginaria que da paso a la siguiente escena. A mí, personalmente, me resulta muy gracioso, pero creo que con pasar por delante y mirar a la persona que quieres que salga a escena contigo (o que quieres que se quede si ya estaba antes) nos basta y nos sobra.
Y después entramos en todo un universo de ediciones mucho más originales, elegantes y teatrales. Os propongo aquí algunas:
El robo de frase: repetir la última frase que se ha dicho en escena desde fuera para entrar con ella en una nueva escena con un nuevo contexto.
Responder a una pregunta lanzada en escena: decir en alto una respuesta a la pregunta que se lanzó en la escena que no tiene por qué tener un sentido lógico pero sí pertenecer al rango de las respuestas esperadas.
Responder a una réplica: similar a lo anterior pero sin la necesidad de que lo anterior sea una pregunta.
Copiar una acción y transformarla: entrar en escena al lado de una persona que está realizando una acción, copiar la misma y, poco a poco, transformarla en algo similar dando a entender el cambio escénico.
Copiar un sonido: imitar un sonido que se está produciendo en escena y realizar sobre él una pequeña modificación que lo resignifica y cambia el contexto y la escena.
Copiar una ley física: salir con la idea de una ley física que se está produciendo en escena (tensión, gravedad, densidad...) aplicada a un personaje de una forma distinta.
Hacer un zoom: seleccionar cualquiera de los elementos que conforman la escena y elegirlo como pivote, de manera que tras un acercamiento al mismo podemos transitar a una nueva situación.
Monólogos: narrar de una manera más teatral que con el cartelito la nueva escena a la que nos dirigimos.
Y, al igual que expongo aquí estas opciones, pueden surgir muchísimas más, pues la edición de escena no deja de ser una propuesta (o código) a nivel formal y como improvisadores/as deberíamos estar siempre en la escucha de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Evidentemente, dependiendo del formato (o del ejercicio si ocurre en el aula) las escenas podrán ser editadas de una forma u otra. Recuerdo un formato que tuve el placer de compartir con Omar Galván en alguna de sus maratones de impro, el cual se llamaba Tricolor y que realizábamos siempre junto a un invitado/a extranjero/a. En este formato había tres personajes, tres historias y tres idiomas. Cada una de las historias ocurría en uno de los tres idiomas (español, inglés y, generalmente italiano, aunque también se hizo una vez en portugués). y para cambiar de escena simplemente cambiábamos de idioma y ya con eso sabíamos que la situación y los personajes eran otros.
Espero que os haya resultado interesante el post, que a partir de ahora apliquéis algunas de estas herramientas de edición y que me compartáis algunas otras que utilicéis y que no haya mencionado aquí. Y en el peor de los casos, ya sabéis, haceos con un buen técnico y que os lance un oscuro a tiempo.
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