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  • Foto del escritorJavier Pastor

Y ahora... ¿qué?

Acabas de salir al escenario, ya sea a solas o con más personas, el público te da algún tipo de sugerencia y cuando te quieres dar cuenta ves que se encienden las luces y ya comienza la improvisación... Y por tu cabeza cruza el título de este post.


Llega el momento de poner en marcha esa herramienta que tanto nos gusta y cuyo nombre es tan acertado: LOS MOTORES. Nuestra improvisación necesita un arranque, así que... préndete, sácale chispas al starter.


Los motores son ese primer impulso que nos surge al haber escuchado la sugerencia, o en caso de que no exista sugerencia tal, lo que nuestro cuerpo nos pide por la situación, por lo que observamos en el compañero, por lo que nos inspira el entorno, por nuestras referencias y gustos personales o por el mood que traemos ese día.


Cuando empezamos en el mundo de la improvisación, los motores que solemos aplicar suelen ser más o menos los mismos y, generalmente, están aplicados a nuestra propia persona. De hecho, lo habitual es que nos autocoacheemos un personaje, un estado de ánimo o una acción. Es una manera fácil de arrancar con algo y no ser intrusivo con lo que el compañero pueda traer como propuesta. Los personajes a su vez pueden provenir de cualquier estímulo (una profesión, un arquetipo, un estrato social, una imitación... pueden estar inspirados en un material, en un animal, en una característica física o vocal, en un sonido...).


Más adelante empezamos a proponer motores que, en cierta medida, condicionan a los demás. Es el caso de utilizar propuestas como un espacio o un vínculo. Es raro, aunque no imposible, que dos personajes no compartan el mismo espacio ficcional (en muchas ocasiones hemos planteado un doble foco y esto es factible, pero no lo habitual) por tanto, en cierta medida estamos "imponiendo" a nuestro partner que se adapte a nuestro espacio. Del mismo modo, pensar como motor un vínculo con nuestro compañero tiene sus pros y sus contras. Por un lado, estamos dejando clara la relación que existe entre nosotros, por lo que podemos abordar la escena con mucha más información de inicio y esto es beneficioso; por otro lado nuestro vínculo puede entrar en conflicto con el motor que traiga nuestro compañero (qué divertidas son aquellas improvisaciones en las que ambos pensamos de inicio que la otra persona es nuestro padre y tenemos que acudir a la ciencia ficción para justificar tal evento).


Todo esto podría llegar a ser un problema si en improvisación no existiese algo tan útil y poderoso como es la adaptación al cambio. Y esta adaptación al cambio, en muchas ocasiones implica abandonar una propuesta que traíamos de inicio por el bien de la verdad escénica. En el parque de atracciones de Madrid había una montaña rusa acuática en la que te montabas en unos troncos y, tras un par de bajadas, salías completamente empapado. En la entrada había un cartel que rezaba: "Usted sabe que se va a mojar. Sonría, por favor". Para mí, esa frase define a la perfección lo que ocurre en Impro. Nos montamos en una montaña rusa de la que sabemos que saldremos mojados, pues muchas cosas no funcionarán tal y como esperamos. Pero es mejor que sonriamos, porque nadie quiere vernos salir en la foto con cara de vinagre.


Hoy os propongo la utilización de nuevos motores que mantienen la ventaja de vincularnos con el compañero y ahondar en la relación, pero que no imponen nada que pueda entrar en conflicto con lo que el otro traiga por su parte. Podemos trabajar con opiniones (el otro personaje me parece listo, tonto, gracioso, guapo, borde...), sentimientos (¿le amo? ¿me da miedo?), objetivos (necesito que me preste dinero, quiero que me abrace) secretos que le oculto (le he robado algo de valor, he traicionado su lealtad...). La ventaja de todos estos motores radica en su unidireccionalidad. Yo puedo opinar, sentir, desear u ocultar lo que quiera respecto al otro sin que esto implique que el otro tenga que sentir lo mismo hacia mí. Es algo interno de mi personaje y no puede entrar en conflicto con otros motores. Y además está vinculado a mi relación con la otra persona. ¡Boom!


Os animo a que probéis estos motores en vuestras improvisaciones y veáis qué tal os funcionan. Del mismo modo, si soléis trabajar con otros motores que os resultan útiles, comentádmelos. Y... sea como sea, y elijáis el motor que elijáis, os pido con todo mi corazón que tengáis estas dos cosas en cuenta:


- Jamás salgáis a escena pensando en toda la historia (recordad que no estamos solos improvisando y que la probabilidad de que esa historia sea la misma que han pensado los compañeros es infinitesimal).


- Cuando os den un título para una historia, evitad decirlo al principio de la escena (típico truco de "me lo quito ya de en medio") o al final de la misma (típico truco de "la escena no ha ido para nada de esto, pero voy a colarlo aquí a calzador"). El título debe ser el eje principal de la historia y es lo que debe vertebrar los deseos, objetivos y motivaciones de los personajes.


A seguir jugando y disfrutando de vuestras escenas.

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2 Comments


meryabad
Mar 25, 2021

¡Genial! Me quedo con tener presente aprender a trabajar las opiniones, sentimientos, objetivos y secretos como motores propios para llenarse sin "pisar" las propuestas del compañero. Y aporto el uso de los sentidos como motor: a mi una música que regala el técnico me ayuda mucho a arrancar y conectar con un personaje, un lugar, un estado. Pero también imaginar un olor, una sensación física (frío, calor,), un sabor,... Creo que estos últimos también ayudan sin ser intrusivos con el otro :) ¡Qué guay este post! ¡¡Gracias por escribirlo!! "y ahora ¿qué?", esperando el siguiente.

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Javier Pastor
Javier Pastor
Mar 25, 2021
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Muchas gracias por el comentario, Mery. Sí, lo que añades es interesantísimo. No he incluido nada de lo sensorial en los motores porque para mí eso está más en el lado de la sugerencia inicial: el input (en lugar de un título nos dan una canción, por ejemplo), y no tanto en el lado de motor (en qué convertimos el input). Pero vamos, es una línea taaaaaan fina que al final todo acaba siendo útil y aportando. Espero que el “¿y ahora qué?” del siguiente post llegue pronto.

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